Pese a que en el día a día entendemos un seguro como un contrato en el que intervienen 2 figuras, el asegurador, más conocido como compañía de seguros, y el asegurado o cliente, la verdad es que intervienen hasta 4 figuras imprescindibles en una póliza de seguro: asegurador, tomador, asegurado y beneficiario.

Como ya hemos comentado, tenemos a la compañía de seguros, que es la empresa que asume el riesgo sobre el que se establece el contrato a cambio de percibir por adelantado la prima del seguro y el asegurado, que es la persona o empresa expuesta al riesgo y que queda cubierta por la póliza.

El tomador del seguro es aquella persona, física o jurídica, que firma el contrato y asume las obligaciones del seguro, es decir; es la persona que paga la prima, y no tiene porque coincidir con el asegurado.

Por último, tenemos el beneficiario, figura propia de los seguros de personas como los de vida, que es aquella persona física o jurídica designada por el tomador y que percibirá la prestación contratada en caso de siniestro (por ejemplo, un capital).

A estas 4 figuras podemos añadir otras que en ciertos momentos de la vigencia del seguro pueden tener un papel relevante, como la figura del perjudicado (por ejemplo, en seguros de Responsabilidad Civil), el perito de seguros o el mediador de seguros.